Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? Las lágrimas son mi único pan de día y de noche, mientras me preguntan sin cesar: “¿Dónde está tu Dios?”. Diré a mi Dios: “Mi Roca, ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué tendré que estar triste, oprimido por mi enemigo?”. Mis huesos se quebrantan por la burla de mis adversarios; mientras me preguntan sin cesar: “¿Dónde está tu Dios?”. ¿Por qué te deprimes, alma mía? Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios. De día, el Señor me dará su gracia; y de noche, cantaré mi alabanza al Dios de mi vida”. AMEN!
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