nunca más se deje ver el dolor, las lagrimas, el sufrimiento y la soledad. Caminen erguidos con la frente en alto, porque en ese camino Dios les pondrá la persona con un corazón conforme al de ustedes y serán tan felices que nunca más se acordarán de las cosas que vivieron. Todo lo vivido y sufrido será como aguas que pasaron, recuerden lo que les digo y tengan el corazón abierto, para ayudar y dar al que necesita una palabra de aliento, a su debido tiempo Dios se lo devolverá doblemente, quiéranse, valórense y no se dejen vencer.
Las cosas más valiosas en la vida no tiene precio y son las que más valen, las de más alto valor. Con que compraríamos el azul del cielo, la sonrisa de un niño, la mirada tierna de un abuelo, el cariño de una madre o de un padre, el canto de las aves, el follaje de los árboles, el oxigeno que respiramos, un abrazo fraterno, un beso sincero. La realidad es que somos inmensamente ricos.